El manifiesto neonazi del “santo” Breivik: la inspiración de asesinos y terroristas

Publicado: febrero 23, 2020

El manifiesto neonazi del “santo” Breivik: la inspiración de asesinos y terroristas

Es el noruego de la masacre de Oslo, en 2011, que dejó 77 muertos, la mayoría adolescentes. Escribió un manifiesto que es replicado por terroristas neonazis en todo el mundo.

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Especial para Infobae America

Los terroristas de extrema derecha son muy afectos a dejar manifiestos antes de cometer sus crímenes. Tobias Rathjen, que atacó en dos bares de inmigrantes en la ciudad alemana de Hanau dejando 10 muertos y varios heridos, también tenía sus escritos. Un panfleto de 24 hojas en el que expresa su xenofobia, su misoginia y reivindica al considerado como “el santo”, “el comandante” de la ultraderecha,

Anders Behring Breivik, el noruego que mató a 77 personas en 2011 en un campamento de verano de las juventudes socialistas, en las afueras de Oslo. Los supremacistas de todo el mundo se alimentan de estos manifiestos que circulan por los chats encriptados de Internet a los que se conectan permanentemente. Todos hacen referencia a Breivik.

El manifiesto de es Brenton Tarrant, el terrorista responsable del ataque en la mezquita Al Noor de Christchurch, Nueva Zelanda, en marzo del año pasado, es un buen ejemplo de este tipo de textos. Tarrant escribió un panfleto de 78 páginas titulado “El Gran Reemplazo”, en el que rindió homenaje a una serie de terroristas de ultraderecha, incluido el estadounidense Dylann Roof, el italiano Luca Traini, el sueco Anton Lundin Pettersson y el británico Darren Osborne.

Pero Tarrant, de 24 años, coloca a Breivik en una categoría superior, como un símbolo, un héroe para ser venerado. Y a través del noruego hacía una larga justificación de la violencia política. Decía que Breivik, a través de sus acciones, se había mostrado dispuesto a “tomar una posición y acción concreta contra el genocidio étnico y cultural”. También mencionó que mientras leía “los escritos de Roof y muchos otros”, consideraba que Breivik era su única “verdadera inspiración” para lanzar el ataque. El terrorista escandinavo había provocado tal impacto en Tarrant que lo llevaba a imitarlo y provocar otra matanza.

El manifiesto de es Brenton Tarrant, el terrorista responsable del ataque en la mezquita Al Noor de Christchurch, Nueva Zelanda, en marzo del año pasado, es un buen ejemplo de este tipo de textos. Tarrant escribió un panfleto de 78 páginas titulado “El Gran Reemplazo”, en el que rindió homenaje a una serie de terroristas de ultraderecha, incluido el estadounidense Dylann Roof, el italiano Luca Traini, el sueco Anton Lundin Pettersson y el británico Darren Osborne. Pero Tarrant, de 24 años, coloca a Breivik en una categoría superior, como un símbolo, un héroe para ser venerado. Y a través del noruego hacía una larga justificación de la violencia política.

Decía que Breivik, a través de sus acciones, se había mostrado dispuesto a “tomar una posición y acción concreta contra el genocidio étnico y cultural”. También mencionó que mientras leía “los escritos de Roof y muchos otros”, consideraba que Breivik era su única “verdadera inspiración” para lanzar el ataque. El terrorista escandinavo había provocado tal impacto en Tarrant que lo llevaba a imitarlo y provocar otra matanza.

Antes del atentado, Breivik había colgado en Internet un documento titulado “2083: Una Declaración de Independencia Europea”, en el que denuncia “al marxismo cultural y la inmigración musulmana”. Estaba convencido, de acuerdo a lo que escribió, que su acción despertaría a los europeos a rebelarse contra “los males del multiculturalismo”. Durante el juicio dijo que había atacado el campamento de verano juvenil al que asistieron los hijos de políticos liberales noruegos como “venganza” por “el abrazo del gobierno noruego a los inmigrantes musulmanes” y su ideología que acepta “culturas ajenas al sentir noruego y europeo en general”. En su manifiesto, Breivik lamenta que Europa se hubiera desviado de lo que él consideraba las idílicas normas sociales de la década de 1950, con roles de género estrictos y una población étnica homogénea. Para dejarlo más en claro, el noruego se presentó a varias audiencias del juicio haciendo el saludo nazi y un cartel en el que se leía “Heil Hitler”.