Publicado: abril 27, 2020
Por: Emmanuel Rincón
Retomado de Panampost
Los regalos a ciudadanos de parte de Estados, por lo general derivan en sistemas totalitarios, y en poco o nada ayudan al crecimiento económico y la independencia.
"La ayuda que mata», ese fantástico título fue utilizado por la economista de Zambia, Dambisa Moyo, para su libro, con el cuál denuncia como la hipocresía de lo políticamente correcto no ha hecho otra cosa que continuar empobreciendo al continente africano a través de ayudas internacionales.
Dambisa Moyo tiene un doctorado en ciencias económicas por la Universidad de Oxford, un máster en Administración Pública de la Universidad de Harvard, además de haber trabajado como consultora del Banco Mundial durante un par de años y en Goldman Sachs donde fue jefe de investigaciones económicas y estratégicas para el África subsahariana.
El argumento principal del texto de la economista africana, es que las ayudas destinadas a África, en vez de propiciar crecimiento económico, lo que hicieron fue condenar al continente a la pobreza y a continuar dependiendo de las ayudas internacionales para sobrevivir.
Moyo asegura que más de 50 000 millones de dólares son recibidos anualmente por África, y sin embargo sus naciones continúan sumidas en la miseria. El crecimiento económico es extremadamente lento, y las naciones africanas están cada día más endeudadas, y sus economías sumergidas en la inflación. Esto hace crecer la inestabilidad gubernamental, los conflictos civiles, y por supuesto, paraliza el desarrollo social.
La economista puntualiza que la ayuda es un completo desastre en lo político, en lo económico y en lo humanitario. Sus afirmaciones las sustenta en datos: “Durante los últimos 60 años, se han transferido desde los países ricos a África miles de millones de dólares en ayuda al desarrollo. Sin embargo, la renta per capita hoy es menor de lo que lo era en los años 70, y más del 50 % de la población (350 millones de personas) vive con menos de un dólar diario, una cifra que casi se ha doblado en dos décadas”.
Ella afirma que el victimismo de algunos colectivos africanos es la mayor traba para el desarrollo del continente. “… mírelo de esta forma. China tiene una población de 1 300 millones de personas y sólo 300 millones viven como nosotros (con un alto estándar de calidad de vida). Hay 1 000 millones de chinos que viven en condiciones por debajo de ese estándar. ¿Conoce usted a alguien que esté preocupado por China? Nadie”.
El trasfondo detrás de todo esto es que el dinero destinado a las ayudas en África se utiliza para paliar el hambre, atender urgencias médicas, potabilizar fuentes de agua, y otras necesidades básicas, lo cual, por supuesto es sumamente importante, pero solo atacan la enfermedad y no la causa. Si el dinero enviado no se pone a producir, la gente continuará sobreviviendo a duras penas con las ayudas externas, pero nunca podrá superar la pobreza; además que, parte de este dinero sirve en ocasiones para perpetuar y sostener en el poder a regímenes totalitarios, pues para hacer llegar los recursos a la población hay que pasar por ellos, y gran parte de los recursos se pierde por la corrupción.
Lo que necesita un continente como África es inversión a campos económicos que genere estructuras de desarrollo sostenido, para esto es necesario, por supuesto, educación, pero también el fomento de una cultura empresarial, para producir empleo y elevar la producción del continente, que es lo único que puede permitir que en un par de décadas los africanos puedan tener sus propios hogares y comer sus alimentos, sin tener que depender de la llegada de dinero de los países desarrollados.
Se ha denunciado que incluso las ayudas internacionales han debilitado a los pocos productores locales que existen en África, pues estos envían productos subsidiados (hasta gratuitos) a la región que compite directamente con los productos allá fabricados.
En el año 1990 vivían en África 280 millones de personas en extrema pobreza, actualmente esa cifra supera los 430 millones, países como Sudán del Sur y Níger tienen tasas de pobreza extrema por encima del 90 %, por lo que se estima que para el 2030 aproximadamente 9 de cada 10 personas extremadamente pobre vivirá en el África al sur del Sahara.
En contraste con la situación de África, según el Banco Mundial, en todo el planeta había 1 900 millones de personas en extrema pobreza para el año 1990, y hoy, esa cifra ha disminuido hasta los 736 millones de personas; es decir, que mientras más de 1 100 millones de personas en todo el mundo han salido de la pobreza extrema en los últimos 30 años, en África ocurrió todo lo contrario, pues la cifra aumentó al menos en 150 millones de personas.
Durante los últimos años se han llevado adelante iniciativas en África para potenciar la economía, el turismo es una de ellas, de hecho, en las últimas dos décadas esta industria tiene un crecimiento anual del 9 %, lo cuál es positivo, pero falta más, mucho más. Un continente como África necesita una diversificación de su economía, necesita sistemas políticos más transparentes y menos autoritarios, a su vez, que se requiere una capacitación constante a los miembros de sus sociedades para inaugurar proyectos económicos sustentables.
La realidad africana puede trasladarse a todas las naciones del mundo que pasan por procesos de atraso y pobreza similares, algunas por particularidades coyunturales e históricas, pero una gran mayoría por vicios ideológicos y económicos como el socialismo, que ha llevado a la quiebra a diferentes naciones de Europa del Este y América Latina.
Lo cierto es que, ninguna nación puede salir adelante o hacer crecer la economía con subvenciones eternas, sin emprendimientos y sin empresas privadas. No toda ayuda es buena, hay ayudas que matan, tal como afirma Dambisa Moyo.
Sin estructuras económicas, sin formación y capacitación, sin empleo, toda dádiva conducirá a simplemente seguir postergando las malas horas de unas sociedades condenadas al regalo exterior para continuar sobreviviendo, y sin duda el pueblo africano da para mucho más, así como el pueblo venezolano, el cubano, el nicaragüense, y todos los pueblos del mundo condenados actualmente a la pobreza.
El cambio ideológico, el avance del pensamiento es menester para cambiar la realidad del mundo.
Este artículo forma parte del último libro de Emmanuel Rincón, «La reinvención ideológica de América Latina«.
Por: Emmanuel Rincón
Retomado de Panampost