Publicado: octubre 12, 2024
La reciente recompra de bonos anunciada por el gobierno de Nayib Bukele ha sido calificada como una maniobra "oportunista" por parte de la calificadora de riesgo Standard & Poor’s (S&P).
Esta transacción, que afecta a deuda externa que vence entre 2027 y 2052 por un total de $7,200 millones, se presenta como un intento de "reperfilamiento" de la deuda, pero sin un cambio real en la situación financiera del país.
S&P ha señalado que El Salvador podría haber cumplido con sus compromisos financieros sin recurrir a esta operación, lo que cuestiona la necesidad de la misma y pone en evidencia la falta de estrategia económica a largo plazo. Aunque el gobierno insiste en que esta recompra busca estabilizar la economía, lo cierto es que no ha logrado convencer a las agencias de calificación de que se trata de una solución sostenible. La calificación del país se mantiene en 'B-' para el largo plazo y 'B' para el corto plazo, con una perspectiva estable, lo que indica que El Salvador sigue siendo vulnerable a cualquier choque económico.
Este movimiento no es aislado, sino parte de una serie de medidas que el gobierno ha adoptado desde 2022, como el canje de deuda pensional y varias recompras de bonos, las cuales no han logrado mejorar la situación del país. Si bien la administración de Bukele asegura que la recompra reducirá la carga financiera futura, lo cierto es que la falta de un plan económico coherente y sostenido sigue poniendo a El Salvador en una posición de riesgo ante posibles adversidades globales.
Además, el hecho de que esta recompra sea vista como una "gestión de pasivos" más que una estrategia económica real pone en duda las intenciones del gobierno. ¿Es realmente este un paso hacia una estabilidad financiera o solo un intento de mejorar la imagen del presidente ante la comunidad internacional? Mientras tanto, la calificación crediticia sigue siendo un recordatorio de que las promesas de crecimiento económico de Bukele aún no se han materializado en logros tangibles.
El gobierno de Bukele continúa tomando decisiones financieras que parecen más bien respuestas reactivas a problemas estructurales, sin una visión clara de cómo se sostendrán a largo plazo. Las maniobras como esta, lejos de solucionar los problemas de fondo, parecen ser simplemente un parche temporal en una economía que sigue luchando por encontrar estabilidad.