La era de los troles y los acosadores llorones

Fragmento del artículo "La era de los troles y los acosadores llorones" publicado por The New York Times.

A veces tu publicación en línea puede volverse viral y ser admirada o ridiculizada de manera masiva, mientras que en otras ocasiones tu publicación puede dejarte solo y completamente ignorado. La comunicación en sí, que alguna vez fue en gran medida colaborativa, ahora a menudo es competitiva, con pujas para obtener afecto y atención. También es más manipuladora, con gestos diseñados para generar una respuesta.

Es más probable que la gente atrincherada en las redes sociales esté siempre en alerta: ¿cómo van mis índices de audiencia en este momento? También es más probable que sientan que la cantidad de atención que están recibiendo es inadecuada.

Los nuevos tipos sociales surgen en un régimen de comunicación como ese. El nuevo tipo más prominente es el trol y, de hecho, los estadounidenses han elegido a un trol como presidente.

Los troles buscan atención tratando de hacer que los demás se sientan mal. Los estudios de la gente que se dedica a trolear hallan que tienen puntajes altos en medidas de psicopatía, sadismo y narcisismo. Los medios en línea no los han vuelto despiadados; simplemente lo son: internet les ha dado una plataforma para usar ese salvajismo en todo su esplendor.

Los troles también tienen altos puntajes de empatía cognitiva. Intelectualmente, entienden las emociones de la gente y cómo hacerla sufrir. Sin embargo, califican más bajo en la empatía afectiva. No sienten el dolor de los demás, así que, cuando te lastiman, no les importa.

El troleo es una manera muy efectiva de generar atención en una economía competitiva y volátil de la atención. Es una manera de sentirse virtuoso e importante, sobre todo si afirmas estar troleando en nombre de algún grupo marginado.

Otro tipo prominente de personalidad en esta economía es el acosador llorón. Esta es la persona que toma su dolor y victimización y los utiliza para asegurarse de que todas las conversaciones giren en torno a sí mismo. “Esta es la era del acosador llorón, un híbrido horrendo de víctima y vencedor, llorón y atacante”, escribió Julie Burchill en The Spectator hace algunos años.

El acosador llorón comienza con un trauma genuino. Aquel suceso terrible que sucedió naturalmente hace que el acosador llorón se sienta poco seguro, en estado de alerta y cohibido a tal punto que está absorto en sí mismo. El trauma hace que esa persona esté preocupada de manera intensa por su autoimagen.

El problema proviene de la necesidad subsecuente de controlar cualquier situación, de no ser capaz de ver el panorama completo, la tendencia a reaccionar violentamente por miedo y furia como una manera de fijar la atención en sí mismo y anular a los demás. Este tipo de comportamiento está en el núcleo de muchos de los casos de cierres de plataformas y escándalos de censura en los campus.

El troleo, el ciberacoso y otras tácticas para llamar la atención surgen de un sentimiento de debilidad y fomentan un entorno que causa más dolor, en el que no es seguro dirigir con vulnerabilidad ni probar ideas ni hacer las cosas que generan compañerismo genuino.

El internet se ha convertido en un lugar en el que la gente se comunica con base en su ego competitivo: soy más fabuloso que tú (gran parte de esto se vive en Instagram). Eres más tonto que yo (gran parte de esto se vive en Twitter). No es un lugar donde la gente comparta información con el corazón y el alma.

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